La cultura de la comida casera


Es muy interesante ver que cuando te acostumbrás a comer comida casera, de a poco irás tachando de tu lista del supermercado algunas cosas e irás sumando otras: es posible que empieces a comprar la verdura en una verdulería (mi mamá y hermana son extremas con respecto a esto y la compran directamente en las chacras productoras), aproveches una oferta de “cuatro kilos de tomates por $ X” y pienses en hacer unos frascos de salsa, o que ya no te satisfagan las pre-pizzas compradas y hagas cuatro o cinco para congelar y tener a mano (unos sobres de levadura seca en la alacena siempre te salvan). Tampoco querrás tener tu freezer lleno de cajas de hamburguesas, patitas de pollo y otros congelados de dudoso origen (que tal preparar unas tiritas de pollo rebozadas en sésamo, o en avena, que cocinarás en el horno en 5 minutos? También podrían ser hechas con algunos filetes de pescado que compramos de más). Amasar tallarines es una buena actividad para hacer con los niños (o con tu pareja), te aseguro que no se parecen en nada a la pasta seca, ni siquiera a los frescos industrializados. Quizá empieces a usar el aceite de oliva para algo más que las ensaladas y lo quieras incorporar en los salteados, o lo uses para perfumar las tostadas (vas a tener que comprar unas botellas más; no te preocupes es muy sano, y si ya ahorramos en los congelados…)
Algunos platos que habíamos abandonado (albóndigas, guisos, canelones, puchero), irrumpirán en tu mesa y puede que la charla de esa cena no se centre en el noticiero, sino que tengas alguna historia de tu niñez para compartir.
Realmente hacer la prueba no te cuesta nada, tengamos el firme propósito de incorporar la comida casera en nuestro día a día…después me contás qué cambios ocurrieron.

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